top of page

Versión original

El cantar de Carathorn
 

Capítulo I 

Toda la aristocracia guerrera, religiosa y administrativa habia tomado asiento en las marmoreas gradas del teatro, una edifcacion tan antigua como el propio palacio del reino o la humilde casa en que la pitia y su selecto grupo de sacerdotisas custodiaban el fuego sagrado en el Valle de Smiriel.

Las nubes cruzaban el cielo nocturno, dejando ver esporadicamente el rostro argento de la luna y de alguna que otra rutilante estrella. Iluminaban el lugar decenas de antorchas repartidas estrategicamente, que a la vez que caldeaban el ambiente permitian entrever en las sombras de la noche las lindes del milenario Bosque de Ishthar que se extendia tras el escenario.

La fragancia de las guirnaldas de jazmín flotaba en el aire, mecida aquí y allá por la suave brisa, fundiéndose con los variados perfumes de los afortunados que en aquella festividad, que marcaba el inicio del nuevo y próspero año, habían podido acudir a la vetusta edificación.

- ¿Están ya todos listos para la representación? –preguntó la añeja pitia a la encargada principal de la obra, una muchacha de bucles de oro y mejillas sonrosadas.

-Coros, músicos y actores están en sus puestos y preparados para comenzar el espectáculo, mi señora.

-¿Y la narradora? Es joven y su papel en la festividad de suma importancia. Temo que los nervios la traicionen.

-Descuide, mi señora. Yo misma la he visto crecer, jugando entre las columnas del palacio y guerreando codo con codo junto a Su Majestad –informó a la pitia-. Hará un excelente trabajo.

La suma sacerdotisa asintió con una sonrisa convencida por las palabras de la encargada de la obra.

-Entonces ya sabéis cuál es vuestra señal.

La mujer se inclinó ante la pitia y se marchó con pies ligeros. La suma sacerdotisa llenó por completo sus pulmones y luego expiró el aire lentamente. Sentía el peso de los años en su arrugado y manchado cuerpo. Su larga cabellera cana, que por unos centímetros no barría el suelo, era el principal testigo de todas las ocasiones en las que había tenido que abrir las grandes celebraciones; además de cumplir sus prerrogativas como pitia y encargada del fuego sagrado. Aun así, nadie que la viera podría averiguar su inusitada edad más que por su profunda y gris mirada. No en vano había coronado a cinco reinas de Selenia y visto reinar a seis.

Situada en el centro del escenario volvió a inspirar, nunca se acostumbraría a que semejante cantidad de ojos la contemplasen expectantes. Alzó las manos y su túnica plateada recamada en encajes de oro brilló a la luz de las teas ardientes.

Traducción

The Song of Carathorn
 

Chapter I

All the aristocracy: warriors, religious and administrative charges took their seats in the marble terraces of the theatre. A building as old as the very royal palace or the humble house where the high priestess and her select group of priestesses guarded the sacred fire in the Vale of Smiriel.

The clouds kept going through the night sky, sometimes showing the silvery face of the moon and some of the shivering stars. Dozens of torches strategically spread around illuminated the place, showing glimpses of the borders of the ancient Ishthar Woods behind the scenario and at the same time they warmed up the atmosphere.

The fragrance of the jasmine garlands floated in the air, as a breeze rocked it here and there, merging with the perfumes of the ones that had the luck to be able to attend the festivity that marked the beginning of the new and prosperous year.

–Are they all ready for the presentation? – asked the old high priestess to the woman in charge of the play, a young woman with golden curls and rosy cheeks.

– Choirs, musicians and actors are all in place and ready to start the show, my lady.

– And the narrator? She is young and her role in the festivity is of great importance. I fear that she might get nervous.

– Do not worry, my lady. I myself have seen her grow up, playing among the palace's columns and fighting hand by hand with her Majesty –she informed the high priestess.– She will do an excellent job.

The high priestess nodded with a smile, reassured by the words of the woman.

– You know what your sign is, then.

The woman bent over and went away quickly.

The high priestess filled her lungs with air and then exhaled slowly. She felt the weight of the years in her wrinkled body full of spots. Her long white hair, which didn't wipe the floor only for a couple centimetres, was the main witness of every occasion she had to open those great celebrations, apart from fullfilling her task as the high priestess and guarding the sacred fire. Nevertheless, the best way to tell her uncommon age was by her deep and grey stare. She had crowned five of the six queens of Selenia that had reigned during her life.

Situated in the centre of the stage she breathed again. She would never get used to that many eyes looking at her. She raised her hands and her silver tunic embroidered with golden lace shone with the light of the fiery torches.

bottom of page